Obra de Jake Baddeley
XVIII
Canción sobre el Abismo
Mi abuela se llamaba Isabel Ana,
mi amiga en la infancia se llamaba Ana.
Mi abuela tejía trenzas con mi pelo,
mi amiga tenía la nuca blanca.
Trío de acróbatas que se persigue,
juega y escapa,
sobre una cuerda tensa a mucha altura,
si en el juego alguna cae,
el destello del agua la devuelve.
Sobre la cuerda aparece una extraña,
no conozco sus párpados ni el brillo de sus ojos,
no es mi abuela, no es la amiga de mi infancia.
La cuerda cimbra pero no hay peligro,
estamos entrenados
para hallar el eje en el desequilibrio.
Mientras que el ángel no se espante
seguiremos imprimiendo nuestras huellas en el aire.
De repente cae la extraña y de ella nada vuelve.
Mi abuela se llamaba Isabel Ana,
mi amiga en la infancia se llamaba Ana.
Mi abuela tejía trenzas con mi pelo,
mi amiga tenía la nuca blanca.
Para Anita Jimenez
Fotografía M.Elena Diardes
XIX
“Paraje
de Aguas”
A Fina G. Marruz.
“Allí el
silencio, allí el sonido eterno de las aguas”
Fina G.
Marruz
En
el banco de los otros me hacen sitio junto a ti.
Soy
inmortal y necia, tú, raíz invisible,
amapola
blanca.
No
me ves, a tu lado
descifro
el tiempo sobre tus manos,
amaitino
el susurro de los versos
que
nacen tras tus ojos.
Quiero
salvarnos, salvarte de los otros,
niña
que protege los cuadernos
con
las flores de su falda;
no
cruces hacia ellos porque tendré que seguirte
y
no quiero jugar entre las sombras.
Contemplemos
desde aquí
a
los que callan
su comprensible forma de olvidar la muerte.
Tu
mano se abre, y yo en ella
invoco
la pericia de los ciegos
que
saben, con el roce de sus dedos,
descifrar
los signos invisibles.
Cantemos
juntas letanías de sosiego
a
la belleza eterna de este sueño.
La
sonrisa perdona el necio empeño,
tu
mano ya me indica el camino hacia los otros.
Será
inevitable atravesar los oscuros pasillos,
Alcanzar “la casa de las aguas”.
Ser
el tiempo.
XX
“Gracias, Tristeza y
Adiós”
(Para
ellos, que nunca leerán este poema)
- ¡Me
bary parichan!
-
¿Qué quieres decirme?
-
Estoy muy triste...
Furtiva,
en la ventana asomada,
se abren sobre ti flores de hierro,
la
gracia de dios dibuja el triste gesto,
árido
jardín en que floreces.
Adiós dicen tus ojos
y estremeces mi corazón.
Nacida
a la sombra de los templos
comprendes las canciones.
Yo solo entiendo la alegría de tus ojos
cuando
escuchas la música que
desde
mi patio te regala el aire.
Soy intocable, la infiel que puede
liberar
al viento la voz de Nusrat,
y regalarte las canciones prohibidas.
Sabes bien que la belleza nos perdona
y
que es esta la última mañana.
Me
bary parichan, bary parichan...
También
estoy muy triste,
miro
la pizarra mecerse con el viento,
casi
se han borrado los dibujos
y
la canción que me enseñaron
tus hijos en la última clase.
Las
voces de los niños ya no están.
El
patio recupera el silencio de las tardes.
Sobre
el muro, las dubettas tendidas al sol
no
aplastan mis flores.
No
seré más el jardín de los juguetes perdidos,
nadie llena de colores mi nombre.
¡Bary
parichan!
Esta mañana, en
la taza de café
no aterrizan los aviones de papel,
mensajes invisibles, invitaciones al juego.
No
hay platos con arroz naranja y dulce
viajando
sobre el muro,
perfumando
el aire con la ofrenda
que
agradece el efímero encuentro con la extraña.
La
hierbabuena no es pretexto
ni
perfume que regresa.
¡Me
bary parichan!
Llena
de gracia, bendita seas,
desterrada
de la música y el baile,
del
sol y el conocimiento,
confinada
en la inocencia,
condenada
y culpable.
He
aprendido a decir Gracias, Tristeza y Adiós,
en
la dulce lengua de los persas.
Temo haberte enseñado palabras imposibles.
Mi nostalgia siempre será el mar,
la
vida, tu nostalgia.
Fotografía de Lewis Carol
XXI
Paradojas del Sueño
(En la luz de los farolillos chinos)
Nuestros sueños escapan
siempre hacia otros sueños.
Lo soñado nos sueña en otra luz,
nos baña en otros ríos;
labios irreconocibles
besan el sueño
que juramos cierto.
Un abrigo, dos gardenias
y un sombrero...
Nunca iré a San Petersburgo
aunque allí vivan mis sueños.
Sueñan el sueño que vivimos,
los otros,
flotan en la luna de los espejos rotos,
mientras la muerte nos despierta
allí donde soñamos.
A Carlos Díaz
XXII
El
Tonto Sobre la Cuerda
A la memoria de Raúl H. Novás
“Acepta solo el hosco
temblor mío.
¡Y mi piel sin
caricia ha de abrigarte!”
Raúl H. Novás.
Tiembla
la cuerda,
salta
al vacío el equilibrista.
¡Ah!, mi amigo de los pasos torpes
Sentado
en la última butaca,
las
flores muriendo en tu regazo,
solo,
en
extramuros de tu propia sed.
Quién
pudiera en el vuelo de mi falda
anclarte
sobre la cuerda.
La
cuerda vacía es el espanto.
Ni Billy, ni Giulietta, ni Lennon ni Bach,
nadie
cerca que pueda sujetarte.
Ni
Shakespeare, ni Vallejo, ni Casal,
ninguna
persistencia, ni madre amorosa
que logre disuadir el gesto,
tachar
la partitura, ahogar el gran silencio
que
sigue al último compás.
Amigo
de mis tardes tristes,
buscabas en mí que me buscaba en todo.
Cerca,
perdidos, solos. En la sala oscura
tus
lágrimas por Gelsomina,
las
mías por Zampanó.
Nuestro
reino era el silencio,
luces
muriendo, la tarde.
Amor que nos perdía huyendo.
Dónde
vas amigo mío,
¿Ma dove vai? Está lloviendo,
y
la triste función no ha terminado.
En
las espléndidas ciudades que habitas
enséñame
a andar sobre las cuerdas del aire.
Cegada
de luz inalcanzable
no
pude hallarla en el miedo
de
tus ojos.
La
cuerda vacía es hilo de oro
que
en gozo y dolor ata tu nombre.
No
llegan cartas desde el aire.
Bajo la cuerda lloro.
Obra de Gustavo Pérez Monzón
XXIII
Magisterio del Tiempo
Hundir la cabeza en el ojo del agua,
tejer el aire con hilos de luz,
hilos de tiempo que entonces era eterno.
Volábamos cometas doradas
la muerte de los peces brillaba en la orilla,
bajo mis pies, el asombro.
sobre estrellas en la arena,
las traía el mar o lo soñamos,
fuimos otros en la orilla.
Raga de tiempo cantaba el aire...
Atrapada en los hilos que me salvan
sigo en el laberinto,
tenáz sobre mis hombros
la capa de piedras,
El loco, La muerte y Las estrellas.
Lo que soy, fui en la ventana
que atrapaba el mar.
En
la línea difusa de mis manos,
rastros vuelan de la cometa dorada.
Obra de Jake Baddeley
XXIV
Nostalgia.
Regreso al jardín del Alma,
que en el perfume del aire me lleva
al misterio sencillo de las cosas simples.
El río huele a mar,
como lo nunca a siempre,
como lo firme a leve,
como ser a retornar.
Las alas del pájaro y los latidos de mi corazón
vuelan hacia idéntico destino.
Frágiles, desnudos ya de otros anhelos
que no sean volar.
Nostalgia de aquella divina embriaguez
de la que partimos.
Pequeño, dormido mundo.
Juegas a hacer larga tu sombra
a la luz de las cerillas.
Demasiado tiempo lejos de casa.
Es hora de regresar...
En mis maletas tan solo una certeza:
No hay principio ni final más noble,
que hacerse roble,
alzando en el Amor el vuelo.
XXV
Incertidumbre de la
Luna
Paciente nos espera
el sueño que
olvidamos,
pocas veces buscaremos
aquel olor del aire
que nos despertaba.
Lagartos al sol,
nos abraza el fuego
de las enanas certezas.
Ciegos, deslumbrados
con la luz de las estrellas
que simulan ser eternas,
en la dicha de ser brizna
olvidamos, que una vez,
fuimos el valle.
Cuando apague nuestra estrella
y su luz no sea más
que un rumor del universo,
nuestros pasos desharán el sueño
descalzos bajo la arena.
Todo es incierto.
XXVI
Lejanas Cercanías
(Diálogos con el Alma en la incertidumbre del viaje)
Conozco el enigma y la humedad de tus ojos.
A su luz entrego mis Arcanos.
Tú puedes descifrarlos.
Por inéditos paisajes vuelan nuestras manos
rehaciendo el viaje antiguo.
Lejanas cercanías nos conducen
sobre el mapa de nuestras cicatrices.
Secretos jardines de la noche,
delicado misterio
en el que somos espuma de las sombras.
Vuelo contigo mares nuestros.
Principio y destino de lo incierto,
que asoma esquiva su verdad
como juegan las nubes a ser algo.
El calor de tu mano es sed en las mías,
Nenúfar efímero,
ancestral belleza inalcanzable.
No sé quién eres ni quién soy
y a veces siento que te invento.
Te vuelves campanillas en mi pecho,
su música, como relámpago llena el aire
y logra vencer el rugido de los truenos.
Otras, el viento te disipa
como se apaga el canto de los pájaros en la tarde,
Y todo es silencio.
En ese instante nos tenemos.
Y dejando volar lo amado,
somos lo soñado.
Nos quedan las estrellas que creamos,
mares que llena de islas suaves
nuestro anhelo de ser aire.
Persiguiendo atardeceres somos Luz.
Mar en tu voz, sal en mi piel.
Belleza nos deslumbra, luego escapa…
y siempre vuelve.
Dame tu mano.
Salgamos juntas del laberinto
a la Eternidad del agua.
Despertando regreso del gran sueño junto a ti,
mientras recibo, con el gozo de estar vivas,
en mis ojos los tuyos.
Conozco esa Luz.
Perdidas… Encontradas…
Somos tiempo.
Vértigo del abrazo.
Silencio en el que nacen las palabras.
Partitura invisible canta
en el Ahora lo que fuimos.
Aunque todo simule incertidumbre,
y no sepamos qué sabemos,
aquí estamos,
y Aquí, es solo el juego que jugamos…
1 - Fotografía de Carmen Agudo. 2 - Obra de Francesca Woodman
Trazos imaginarios
Pudieron ser otros nuestros nombres,
sin embargo,
nada hubiera impedido que, ahora mismo,
temblemos conmovidos, solos,
entre un millón de nombres solos
sobre el lecho de este lago yermo.
Aquí estamos.
Hilo de agua entre las piedras del árido Seiseki.
Anclados al flotante Tokonoma que allá lejos,
en el diminuto punto que desangra desamores,
llamarían amor.
Tu y yo sabemos que no basta una palabra.
La belleza de esta noche diferente, hiere.
Y es este paisaje agreste,
jardín en que fluimos vivos entre ríos muertos.
Tenemos experiencia,
conocemos las traiciones del espejo
que al menor golpe del viento desafía.
Entre los cantos filosos sabemos de senderos suaves,
florecer invisibles en la infinita vastedad de sombras
donde respiran sin aire nuestros nombres.
Y sabemos que este viaje es uno más,
en el perenne anhelo de encontrarnos.
Fotografia de Marte, cráter Jezero. NASA
XXVIII
Tañer de la Campana Rota
Dicen que soñaba
de las ballenas descifrar el canto,
encontrar peces luminosos,
alcanzar mares lejanos.
Tocaría el violín, salvaría glaciares,
y un día, en primavera, sería amada.
Tenía quince años, se ataba los cabellos
a una cuerda que tiraba de su cuello,
si extenuada, desmayaba sobre el libro
y traicionaba el sueño.
Guardianes implacables:
Deber, orgullo, patria, honor de sus mayores
dictaban sus cabellos.
Dicen que soñaba.
Esta mañana, agotada estalló la cuerda.
Desde el balcón de la escuela
lanzaste tu fracaso hacia la nada.
No habrá lejana tarde en tu memoria.
Campana hermosa, música quebrada,
antes de vibrar has silenciado
en tus ojos el color del cielo.
Lirio seco tu corazón vuela,
pétalo ajado, a merced del viento
los besos de cereza que no has dado.
XXIX
Soledades en el aire me estremecen.
Puedo ver aquel suspiro en que saltabas,
tras el balcón te instaban a comerte el mundo.
Cincelaban para ti un busto de triunfo
solo si lograbas que otro fuera el que saltara.
Pude encontrarte,
tomar tu mano en pleno vuelo,
también me propusieron la cruzada,
afilaron mis dientes
y me enseñaron a dar buenas patadas.
Condenados a cumplir patrias eternas,
travesía ciega, el mismo abismo,
siempre, tras la tirana cuerda.
Puedo disparar si quiero a la cabeza de los otros,
aprendí esquivando sus disparos contra la mía.
Puedo dispararles, pero no quiero.
Mi temblor es otro.
Herida entre las sombras
tengo la palabra libre y el amor despierto.
Desaté mis cabellos. En la línea hechizada
se quebró la cuerda que me ataba al miedo.
Obra de Jake Badde
XXX
Desafío
(A los que sueñan)
No creas, Icaro,
en el espejismo del fracaso,
trampas del ego que sólo con certezas
alcanza a soñar el aire.
Te pedirán que no lo intentes
y advertiran que las alas
no pueden con el fuego.
Temerario y necio juzgaran tu anhelo.
Te aseguro, Icaro, que aquella tarde,
en los primeros instantes de tu vuelo,
les deslumbró el sol sobre tus plumas
y les estremeció el miedo.
Rezaban por ti, también por ellos,
pidiendo que el sol no defraudara
sus certezas. Después,
lamentando el desatino de tus alas,
entonaron su compasiva oración,
no por tu Alma, porque los hechos
confirmaran el límite.
Ocurrió, fue cierto.
No dudes que lograste ser el viento,
arcanos de luz...
Soñarlo, Icaro, fue tu vuelo.
Fotografías, M. Elena Diardes
XXXI
Confío en la Tristeza
"Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría."
Miguel Hernández
Confío en la tristeza,
me deja llamarle a las cosas por su nombre,
protege de esperanzas y espejismos.
En la bacanal de gestos parloteros,
banquetes de Nada,
también yo la pena elijo.
Libero de vanidad y miedos la mueca de mi asco,
decido no seguir sonriendo al ritmo de palmeros.
La orquesta desafina, desenfoca los sentidos
y es estéril buscar en el furioso ruido.
Esperar más, sería injusto.
Daré vuelta al espejo para encontrar mi Nefer
en el propio intransferible abismo.
Condición es la sombra, mutable espejismo
en el que se anulan todo y nada.
Nos ha sido concedido penetrarla.
Me rindo a ella.
En esta hora de soberbias,
triunfantes sonrisas y mentiras aplaudidas,
será la tristeza el intento más fiable de estar vivos.
Fotografia, Rafael del Álamo
XXXII
Mutaciones
"Se extingue el día pero no el canto de la Alondra"
Matsuo Bashō
Oigo voces,
nadie me convenza de que son delirios.
Las escucho y a veces tienen rostro.
Soñados... furtivos rostros.
Díscolas voces se posan en mi hombro,
protesto de vacíos y nadas sin asombros.
Me sientan con ellas frente al mar
y en la invisible orilla,
pulidas astillas del espejo
me reflejan.
Esa ola que ahora es forma
ya no és -me dicen,
aprende de ellas.
Deshaste siendo.
No es vacío -me dicen.
En el romper de olas escucha lo intangible.
XXXIII
Vocación.
Sebastián herido,
esas flechas que en el aire
convocan tu sombra,
nada pueden contra el designio
inevitable de tu carne. Ser quien eres.
No verás peligro en el silbo sigiloso de la flecha,
solo belleza atravesando el aire.
Vamos al abrazo con alas de cristal.
Vivir es esa polilla empecinada
que estrella su inocencia en luces también frágiles.
Mariposa herida, estremecida ahora en el suelo,
conmovedor es su esfuerzo por alzar de nuevo el vuelo.
Inútil es salvarla de sí misma.
De lograrlo ofrecería,
una y otra vez,
sus alas calcinadas al fulgor del espejismo.
En la mañana la devuelvo al aire,
la poso sobre un pétalo de hibisco,
desfallecida, muerta y viva.
Ocurrió nada, sé que fuimos todo.
"Alice en la Sombra de las Maravillas" La Recua Teatro
XXXIV
Declaración de Amor
(Con gratitud al teatro, ancla vital de la vocación)
Oscuro pleno de luz.
Regreso a ti,
laberinto de sombras donde nada es todo,
niebla de sueños,
verdad en la que creo.
Soy una exiliada que regresa a la patria,
aunque como toda patria,
hieras, defraudes y maltrates,
te pertenezco.
Isla insumergible en la que
a veces falta el aire y,
anhelando tierra firme, intento huir.
Rectángulo de luz, mi laberinto,
en ti soy cuando me pierdo.
No busco la salida sino permanecer
entre tus trampas y espejismos.
Inútil escapar de lo que somos.
Hundo mis ojos en mares de papel
y entre flores pintadas sobre telones ajados
respiro nacimientos, muerte y resurrección...
Feliz pongo mi cabeza sobre tu piedra de sacrificio,
sálvame de razones, condéname a la locura
y déjame seguir creyendo
que este cenital es sol, una galaxia...
Escógeme. Conviérteme en ofrenda
a los tiranos dioses de la belleza.
Persígueme implacable,
no me suelten tus luces y tus sombras.
No me dejes escapar.